Os proponemos pasear por un lugar excepcional que parece sacado de una película de ciencia ficción y que se encuentra en el municipio de Añana.
El lugar se encuentra en Álava en la localidad de Salinas de Añana. Si echamos un vistazo a la ladera cercana descubriremos rápidamente de donde viene el nombre. Una curiosa formación en terrazas deja ver lo que fue uno de los lugares de producción de sal más importantes de toda la península durante siglos.
Lo primero que uno se pregunta es ¿de donde sale toda esa sal? Para responderos nos remontaremos 200 millones de años atrás cuando este lugar era un gran océano. Con el tiempo se secó y dejo una capa de sal de varios kilómetros de espesor que fue cubierta a su vez con otros estratos de tierra y roca.
En algunos puntos la capa de sal está más cerca de la superficie y por allí pasan corrientes de agua que acaba aflorando en manantiales salados. Así es como se formaron las salinas de Añana y también todo este valle donde se encuentran varios de esos manantiales que proporcionan diariamente en torno a 260 mil litro de salmuera.
Hay constancia de la explotación de estos manantiales para la obtención de sal desde hace 1200 años, aunque se supone que ya se hacía mucho antes. La sal era y sigue siendo un producto indispensable en muchos procesos relacionados con la alimentación y más antiguamente cuando todavía no se había desarrollado el frio industrial. Entonces, la salazón era uno de los métodos más efectivos para conservar en buen estado los alimentos.
Los romanos fueron los que crearon el sistema de explotación que se ha mantenido hasta nuestro día consistente en crear terrazas con piedra arcilla y madera. La piedra crea muro y bases estable sobre los que se levanta un entramado de madera que soporta las llamadas eras, el lugar donde se echa la salmuera y se deja secar por evaporación.
EL valle salado se puede recorrer con visitas guiadas donde nos explicarán todo el proceso y la historia de este lugar. Veremos los manantiales, las urgencias que llevan el agua salada hasta la superficie de manera natural por lo que no hay que realizar perforaciones ni bombeos.
El transporte del agua salada se hace de forma continua por gravedad a través de una red de canales llamados rollos. Antes eran unas simples zanjas escavadas en la tierra pero con el tiempo fueros sustituidos por troncos de madera. El agua se almacena repartida de manera equitativa en unas balsas llamadas pozos y de ahí se reparte a otras balsas horizontales y menos profundas para dejar que se evapore.
Bajo las eras están los almacenes construidos en madera con una apertura en la parte superior por donde se echa la sal una vez obtenida para almacenarla hasta su traslado. A mediados del siglo pasado esta actividad se abandonó pero desde hace unas décadas se ha vuelto a recuperar. Está declarado monumento histórico y en trámites de convertirse en patrimonio de la humanidad. Verdaderamente es una visita distinta que merece mucho la pena.