Situada al este y sur de los Picos de Europa, la orientación de sus valles al abrigo de los frentes del NO, proporciona a esta zona un microclima especial, sin duda la envidia del resto de las comarcas cantábricas
En ésta zona crecen plantas tan mediterráneas como el madroño o el alcornoque y el cultivo de naranjos, vides y trigo. En la zona se observa, botánicamente hablando, una transición entre la vegetación eurosiberiana (la existente en el resto de la cordillera) y la mediterránea, mucho más patente al sur de la comarca.
Liébana está formada por cuatro grandes valles de suaves laderas: Valdebaró al NO, Cillórigo al NE, Cereceda al SO y Valdeprado al SE, sirviendo como eje central de estas referencias cardinales el bello pueblo de Potes, capital de la comarca y para muchos capital de los Picos de Europa en competencia directa con la asturiana Cangas de Onís.
En todos estos valles, y en especial en los más occidentales, existen además pequeños vallecitos de características más abruptas y más propias de "Picos" que hacen que no nos olvidemos de la zona montañosa en la que nos encontramos; montañas que han sido refugio histórico en épocas de invasión árabe y que guardan valiosos vestigios de su pasado religioso.
Prueba de su escarpada orografía es la presencia de grandes cimas, muchas por encima de los 2.000 metros, que encontramos en las estribaciones de los macizos central y oriental de los Picos de Europa, en los valles de Valdebaró y Cillórigo respectivamente.
Con la ampliación del antiguo Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, gran parte de Liébana ha sido incluída con mayor o menor medida protectora en el actual Parque Nacional de los Picos de Europa y la verdad es que méritos y valores naturales no le faltan. El Circo de Fuente Dé, en la cabecera del valle de Valdebaró es sólo un ejemplo del sinfín de maravillas que el lugar nos depara.
Pero a sus majestuosos paisajes, delicia de senderistas y amantes de la naturaleza, hay que sumar la belleza de sus pueblos, de marcada arquitectura tradicional y arraigadas costumbres, y la riqueza y variedad de su gastronomía, única en España. El turismo, cada vez en mayor auge, y la ganadería son la base económica de una comarca, la lebaniega, que posee además la ventaja añadida de la proximidad al mar. El Desfiladero de La Hermida, de sinuoso y salvaje trazado, constituye la vía de acceso a la costa y a tierras asturianas, mientras que por el suroeste el Puerto de San Glorio (el paso asfaltado más alto de la Cordillera con 1609 metros de altitud) nos separa de la provincia de León. Por el sureste el Puerto de Piedras Luengas (desde el que se disfrutan excepcionales panorámicas sobre Picos) marca el punto de acceso a la meseta a través de la provincia de Palencia.
Los que no conocen ni respetan estas vías de acceso eran los antaño tan abundantes osos y lobos que habitaban la zona; mamíferos emblemáticos de la fauna española de los que tan sólo quedan ya recuerdos fotográficos de sus cacerías colgados en los múltiples mesones y tabernas de la comarca, prueba de su antigua convivencia con los lebaniegos. Osos y lobos se han desplazado hacia el oeste de la cordillera pero sus montañas han quedado ahí para siempre y con ellas el recreo de nuestros ojos con su contemplación.
Dejarse caer por Liébana no es sólo disfrutar con sus fastuosos paisajes montañosos, magnífico contraste entre el verde de sus prados y los tonos grises de las moles rocosas, sino disfrutar del sabor tradicional de sus pueblos, del saber popular de sus gentes y empaparse de la histórica cultura de la comarca.
Liébana nos aguarda repleta de vestigios religiosos de todo tipo: ermitas, iglesias.... de una belleza e importancia relevante. Por encima del resto se encuentran la Iglesia de Santa María de Lebeña, de estilo mozárabe, y sobre todo el Monasterio de Santo Toribio de Liébana, situado a tan sólo dos kilómetros de Potes.
Potes, capital de la comarca, cuenta como monumento más destacado con su Torre del Infantado (siglo XV). Por un momento, un paseo por las callejas empedradas de este bonito pueblo nos hará retroceder gratamente en el tiempo.
La Vega o Espinama son otros pueblos lebaniegos dignos de mención que no podemos olvidar en nuestra visita a estas tierras cántabras.