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Situada en el norte de la provincia de Burgos. En Las Merindades disfrutaremos preciosos parajes naturales que van desde los desolados páramos hasta los caudalosos cursos fluviales y todo junto a un recorrido artístico al gusto de los amantes del románico
Las Merindades es una comarca burgalesa marcada por la ruralidad y los paisajes apenas alterados. Montañas, valles, bosques, ríos, cascadas, cuevas y desfiladeros son protagonistas de una naturaleza recia y salvaje. Desde su posición norteña, coincidiendo con los territorios históricamente denominados como Las Montañas de Burgos, limita con Cantabria, Vizcaya y Álava y se configura como un paraíso para amantes de la historia, el arte, y el turismo rural.
La comarca es un área de transición, una suma de contrastes manifestados tanto en su relieve como en su vegetación. Su configuración accidentada no se basa en grandes altitudes, sino en la acción erosiva de sus ríos, que han labrado impresionantes paisajes calizos de crestas y depresiones que llegan a los 400 m en el Valle de Mena. La riqueza de sus valles la hace una comarca indicada para realizar rutas y paseos admirando fenómenos caprichosos como gargantas, hoces o sucesiones de meandros en un paisaje fluvial de auténtico espectáculo.
Desde el Monte de Santiago, en el límite con el País Vasco, se puede observar uno de los parajes más impresionantes, el salto del Nervión, con más de 300 m de desnivel. Salpicada se encuentra la zona de caudalosos saltos de agua en constante juego con las rocas, a los que habrá que prestar la mayor de las atenciones. Ejemplos de esto son las poderosas Fuentes del Cadagua, que brotan desde los Montes de la Peña, las cascadas de San Miguel y de Peñaladros en el valle de Angulo, los rápidos y cascadas del Engaña, el Pozo del Infierno o el puente natural excavado por el Nela en Puentedey.
Recorridos en los que el arrullo o la violencia del sonido del agua siempre acompañará entre el espesor de húmedos bosques atlánticos. Hayas, robles, arces, abedules, acebos y avellanos se mezclan con algunas especies mediterráneas poniendo de relieve una realidad bioclimática peculiar. Esto propicia a su vez que convivan en sus tierras las actividades ganaderas y pastoriles propias de un ámbito montañés con la agricultura de cereal y huerta. La mano del hombre no ha sido capaz de doblegar esta fiera naturaleza que alcanza su mayor espectacularidad en el frondoso hayedo del Monte de Santiago o en los humedales de Montija.
De valor excepcional es el complejo kárstico de Ojo Guareña. Este inmenso paraje de cuevas, cercano a Espinosa de los Monteros, tiene unos 100 km de recorrido siendo el mayor de España y uno de los diez más importantes del mundo. El río Guareña se introduce en el interior del macizo, dando lugar a este santuario rocoso. La vegetación del entorno se compone principalmente de encinas y los quejigos y sus territorios son morada para numerosas rapaces, buitres leonados, alimoche, jabalí, zorro y gato montés. La visita al complejo que discurrirá por senderos señalizados, debe incluir la Ermita de San Bernabé y la cueva del Ayuntamiento, así como el descenso al sumidero que da nombre a la zona.
Espinosa de los Monteros
En un conjunto urbano disperso y montañés, sobresalen las casonas y torres señoriales de Espinosa de los Monteros. El pueblo debe el nombre al cuerpo hidalgo que custodiaba por la noche las estancias de los reyes. Entre sus monumentos destacan el Castillo de los Velasco, la Iglesia de Santa Cecilia y el retablo de la Iglesia de San Nicolás. La Plaza Mayor presenta un conjunto de casas con típicos miradores acristalados, el edificio del Ayuntamiento y el palacio de los marqueses de Chiloeches. No hay que perderse los productos artesanos de la zona, como quesos, mantequilla, sobaos, quesadas o mantecadas.
En una zona de gran riqueza paisajística se sitúa Medina de Pomar, con un interesante conjunto urbano en el que destacan el Monasterio de Santa Clara y el espectacular Alcázar de los Velasco. Antiguo enclave señorial a orillas del río Trueba, su fundación se atribuye a los mozárabes y más tarde fue enclave señorial de los Velasco. Estos acometieron la edificación del altanero Alcázar, que en la actualidad alberga el Museo de las Merindades. La citada familia noble, construyó también el Monasterio de Santa Clara en el que destacan valiosas piezas artísticas, además de su iglesia y la hermosa capilla de la Concepción.
En su casco antiguo, la localidad conserva un bello trazado medieval con huellas de su judería. Otras visitas imprescindibles son el Arco de la Cadena, el convento de San Pedro, las iglesias de Santa Cruz y de Nuestra Señora del Rosario, y el hospital de la Vera Cruz. Hoy en día Medina es uno de los núcleos más urbanos de la comarca, lo que hace de él un importante centro de servicios y comercial, que además incrementa enormemente su población en los meses estivales. Su entorno destaca por su interés paisajístico y está delimitado por los Valles de Mena y Tobalina y la Sierra de Tesla.
Los pueblos de la comarca están bien resguardados en su fe con iglesias y ermitas generalmente románicas. El más bello de sus templos es la ermita de San Pedro de Tejada, en la merindad de Puente-Arenas, del segundo tercio del siglo XII. En el más puro estilo románico burgalés, su estructura es sólida y armónica, con una sola nave, ábside semicircular y torre sobre la cúpula. Su portada, ventanas y capiteles se encuentran revestidos de abundantes grabados. Entre ellos destacan los relieves de la Ascensión y de la Última Cena. También los canecillos que soportan las cornisas del ábside y las fachadas poseen un rico imaginario, donde predominan temas lúdicos y eróticos.
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