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El primer texto con referencias a esta localidad data del siglo XII.
El primer documento escrito con referencias explícitas sobre Piedrabuena data del S. XII, es la Bula del Papa Gregorio VIII de 4 de Noviembre de 1187. Anteriormente a dicho documento, la protohistoria de Piedrabuena debemos rastrearla a través de la información que nos aportan los numerosos yacimientos arqueológicos encontrados en el término. Debemos remitirnos a la descripción geográfica del término, su topografía e hidrológica como base explicativa a la localización de los yacimientos, ya que en su mayoría se sitúan entorno a las márgenes del río Bullaque, arteria fluvial del termino, y sobre las cotas más altas de las sierras que cierran la cubeta de Piedrabuena.
Los yacimientos arqueológicos encontrados señalan un poblamiento continuo sobre el termino desde el Paleolítico (época que se caracteriza por el uso de útiles de piedra tallada) Inferior y Medio hasta nuestros días, exceptuando únicamente el despoblamiento común a toda la región que tuvo lugar durante el Paleolítico (época que se caracteriza por el uso de útiles de piedra tallada) Superior.
No han sido hallados yacimientos del Paleolítico (época que se caracteriza por el uso de útiles de piedra tallada) Inferior dentro de el término pese a su proximidad al yacimiento Musteriense y Achelense encontrados en Porzuna, Las Casas del Río y Las Tiñosillas. Si existen restos dentro del término en torno a las redes fluviales del Bullaque, pertenecientes al Paleolítico (época que se caracteriza por el uso de útiles de piedra tallada) Medio en la Fonteva, la Dehesilla, la Dehesa, Casa de los Castillejos y Las Laborcillas.
Durante el Período conocido como Edad del Bronce, el término de Piedrabuena albergará numerosas poblaciones de entidad no determinada, debido a la escasez de estudios realizados sobre los mismos, poblaciones que se pueden enclavar en la facies conocida como de los poblados de altura, de entre todas en las que se ha dividido este período del Bronce en La Mancha. Dichos poblados se encuentran en cotas de altitud cercanas a los 800-890 m localizados en las sierras que circundan la citada cubeta de Piedrabuena.
Morro del Sotajo, Morro Pinto, Cerro Benavente, Collado de los Criminales, Hoya del Lobo, Aljibe de la Vieja, Aljibe del Moro y Morro de la Dueña son los yacimientos del Bronce encontrados en Piedrabuena y catalogados en la Carta Arqueológica de Ciudad Real durante su primera fase de estudios.
Los resultados obtenidos por dichos estudios dejan al descubierto un gran vacío de poblamiento o despoblamiento total, según autores, durante los períodos posteriores al citado Bronce; Edad del Hierro, pueblos prerromanos y Romanización.
Ni las prospecciones realizadas, ni las fuentes clásicas nos informan de la existencia de un poblamiento de cierta entidad y estabilidad dentro del término en dichos períodos. Tampoco quedan probadas las teorías que sostenían una datación de época romana para ciertos enclaves arqueológicos como el Castillo de Mortara, el Puente Romano y el propio topónimo de Piedrabuena, éstas teorías son parte de la cultura popular del término, sin que hasta ahora hallan sido respaldadas por estudios arqueológicos.
Los siglos de dominio visigodo (V-VIII) son de un progresivo despoblamiento que afecta a todas las comarcas de la provincia. Los textos como en la etapa anterior, son parcos en información relativa al término, únicamente, la conocida como Hitación de Wamba, improbable documento de la época que designaba el límite entre los obispados de Mentesa y Oreto, menciona a la localidad de Betra o Petra que se quiere identificar con la actual Piedrabuena.
La época de ocupación musulmana continuará con el asentamiento de numerosas comunidades Beréberes, a las que estaba encomendada la salvaguarda de la Marca Media. A dichas comunidades se atribuye la edificación del Castillo de Mortara, que es interpretado como fortaleza medieval sin que dicha atribución pueda asegurarse ante la falta de estudios arqueológicos, junto a otras del Campo de Calatrava, que componían una organización territorial cuya cabecera era la ciudad fortaleza de Calatrava. Similar razonamiento podemos utilizar para atribuir una firma a la edificación del castillo de Miraflores mencionado y descrito en las Relaciones Topográficas de Felipe II, si en este caso esta claro que su población 8corresponde a la Plena Edad Media, circunstancia constatable en los elementos arquitectónicos utilizados. No se puede, sin embargo, afirmar que su construcción, llevada acabo durante las diferentes etapas de la Reconquista, sea obra de musulmanes y/o de cristianos.
No será hasta la batalla de las Navas de Tolosa cuando Piedrabuena pase a formar parte de la Orden de Calatrava como encomienda, fuertes litigios con el Arzobispado de Toledo en relación a los privilegios que la orden sostenía sobre la encomienda cuyo límite estaba situado en la sierra norte de Piedrabuena, en clara disputa con el límite del alfoz toledano.
Durante el reinado de Felipe II tendrá lugar la primera de las desamortizaciones, llevada acabo en al S. XVI y cuyas disposiciones y nueva ordenación se recogen en el documento conocido como de la Desmembración. Tras dichas desamortizaciones la villa será vendida a Don Alonso de Mesa, capitán de la Armada española que destacó en las conquistas de Perú, quedando convertido así en el primer señor de Piedrabuena, participando su término de los cambios y dinámicas que la época Moderna impuso.
Una de las fuentes más importantes durante los siglos XVII y principios del XVIII es el Catastro del Marqués de la Ensenada, que sirvió como base para las reformas del régimen fiscal al objeto de lograr una única fórmula de contribución fiscal en todo el Reino.
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