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Un cúmulo de tradiciones, historia y costumbres sorprenden al viajero por todas las comarcas de tierra adentro. Sierras y campiñas, a caballo entre los macizos orientales de Andalucía y la Sierra de Segura, por un lado, y las serranías y valles que miran a Levante, por otro, representan la cultura de montaña y vega así como el más puro costumbrismo de Murcia. El Parque Natural de Sierra Espuña, la comarca del río Mula y las Tierras Altas, en el noroeste, con algunas pedanías de Lorca, el Valle de Ricote y las zonas del Nordeste, con el Altiplano a la cabeza, son los parajes más emblemáticos del interior murciano. En todos ellos perviven los rasgos esenciales de la cultura rural debido a la tenacidad milenaria del hombre por adaptarse al medio. El resultado de esta conjunción hombre-naturaleza son lugares recónditos de extraordinaria belleza aún guiados por hermosas tradiciones y sabrosos platos. Lo cotidiano hace posible la historia de sus pueblos, mientras que el viajero encuentra la tranquilidad y la escapada de su rutina.
Turismo rural en Murcia
La fuerza de su paisaje, demostrada en recias paredes de roca y tranquilas corrientes de agua, satisface a los amantes del deporte. Y es así cómo las comarcas de tierra adentro hacen realidad un continuo acontecer de descubrimientos inesperados y sorprendentes.
La enorme variedad ambiental que representa el interior de Murcia invita a ponerse en marcha. Incontables caminos permiten situarse en insólitos lugares: en medio de decenas de “balsas de sal”, en las Salinas del Zacatín, a más de 1.000 m de altitud y en pleno Campo de San Juan (Moratalla). Uno puede eclipsarse ante la maravilla de abrigos rupestres con pinturas esquemáticas, en perfecto estado de conservación, de la escuela levantina (hablamos de la Cueva del Sabuco, abrigo del Milano o Cañaica del Calar), o contemplar lo más esencial de la cultura íbera en el único museo monográfico existente en España con esta referencia. En él se encuentran los importantes hallazgos de la necrópolis ibérica de El Cigarralejo, en Mula. Paseos por El Golgo, a la ribera del río Segura a su paso por Villanueva; los mágicos y moriscos atardeceres en Ojós, Ulea y Ricote; la vuelta en el tiempo mientras disfrutas en los baños moros de Archena o Fortuna... toda una aventura sin desperdicio. Los amantes del senderismo no saldrán de su asombro mientras contemplan, entre otras cosas, las curiosas construcciones de los Pozos de la Nieve, en la zona alta de Sierra Espuña. Estos pozos son cavidades cilíndricas en las que antiguamente se almacenaba la nieve para luego aprovecharla en tiempos de calor. La recién recuperada Cueva del Puerto, en Calasparra, se ha convertido en uno de los espacios subterráneos más atractivos del Levante español y ha sido acondicionada para ser visitada.
Los pictóricos paisajes de los alrededores de Gebas y El Berro, también en Sierra Espuña, con las impresionantes paredes verticales del valle de Leyva, tan exquisitas para los adictos a la escalada: una pared caliza de casi un Kilómetro de longitud ofrece más de cien vías, 25 de ellas totalmente equipadas y con una dificultad que oscila entre el grado 3 y el 7C+. Las rutas por la Rambla de la cañada o la Solana de la mezquita, en el pictórico Valle de Ricote, salpicado por norias y palmeras. Pero hay otros destinos cuyo carácter cultural supera cualquier otro: arrozales de actividad centenaria, molinos harineros, almazaras con rulos cónicos de piedra, sabinas milenarias en el bosque más importante de la franja mediterránea, enterramientos con dólmenes de la época calcolítica, puentes y vías romanas y yacimientos prehistóricos y arqueológicos de impresionante belleza, como la Cueva Negra o el complejo de la Encarnación, en Caravaca. Este último contiene el centro religioso de la ocupación romana más importante de todo el Mediterráneo occidental.
Hay viñedos, bodegas y vinos con Denominación de Origen, como en Bullas o Jumilla. Hay senderos primitivos y castillos singulares en Mula, Pliego, Alhama, Aledo, Moratalla y Caravaca. Hay también ermitas y museos, villas musulmanas, encomiendas, Caballos del Vino, Moros, Cristianos, Mayos, Inocentes, Juanes peloteros, tambores que redoblan en Viernes Santo... y nazarenos paganos. Hay ciudades romanas de gran importancia en la antigüedad, como es Begastri, en Cehegín, y hay artesanos, escudos, nobleza, y hasta santos. Un importante patrimonio histórico y cultural que nunca termina de alimentar la curiosidad del viajero. Los entornos naturales son una continua sucesión de paisajes enmarcados entre cotas que oscilan desde poco más de 300 m hasta superar los 2.000 m de altitud. El pico más alto se encuentra en la sierra de Moratalla; es el inmenso macizo de Revolcadores que, lindando con Granada y la sierra de Albacete, ostenta 2.027 m, irguiéndose majestuoso sobre las aldeas de Los Odres e Inazares. Desde el Salto del Usero del río Mula, en Bullas; los Viveros de Calasparra o las zonas altas y montañosas de Caravaca y Moratalla con el Campo de San Juan y el Calar de la Santa, se completa un indescriptible panorama de paisajes y rincones llenos de interés. Además, entre otros símbolos que han marcado la devoción y el folklore religiosos, hay que resaltar el tropel de romerías como la nocturna al Santuario de la Virgen de la Esperanza, la de La Santa, en el corazón de Sierra Espuña; la del Niño de Balate, en la histórica Mula, o la insigne reliquia de la Vera Cruz, de connotaciones medievales y templarias, guardada con celo tras los muros de su Real Alcázar-Santuario, en Caravaca de la Cruz.